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Profesionales de la sexualidad como agentes de la vulnerabilidad

Por Jose Gonzalez 29 Sep 2023

Cuando alguien dice “soy terapeuta sexual”, “soy educadora sexual”, “tengo una marca de juguetes sexuales”, ¿Qué es lo primero que te viene a la mente? Probablemente la primera reacción sea de desconcierto, ¿Cómo alguien se dedica a eso? ¿Qué habrá vivido para elegir esa profesión?. Quizás pienses en personas intrépidas con fetiches extravagantes, incluso podrías asumir que debido a algún trauma decidieron seguir este camino. Pensamos muchas cosas, pero nunca que las personas que trabajan con la sexualidad en realidad están trabajando con la vulnerabilidad.

Desde la terapia sexual, la educación sexual, la venta de juguetes, entre otras labores similares, trabajamos con la vulnerabilidad de querer mostrarle al mundo quién eres, de acercarte a situaciones dolorosas y resignificarlas, de pensar que las cosas pueden ser diferentes y actuar sobre eso… y sobre todo, trabajamos con la vulnerabilidad de tener conversaciones sobre experiencias que aunque todos vivimos nadie parece abordar y que, de hecho, suelen ser socialmente castigadas.

“Vulnerable” es una palabra con la cual no tenemos buena relación porque implica reconocerse susceptible y por lo tanto débil (y ¿qué diría de mí serlo?). Huimos de la vulnerabilidad porque la asociamos con emociones y experiencias profundamente dolorosas, y al mismo tiempo dejamos de ver que es el puente que posibilita la conexión que tanto anhelamos con nuestra(s) pareja(s), con otrxs, y con nosotrxs mismos.

En su libro “El poder de ser vulnerable”, Brené Brown define la vulnerabilidad como “el enfrentamiento a la incertidumbre y a los riesgos emocionales, sabiendo que eres suficiente”. Si lo piensas, siempre estamos así de expuestos: cuando amamos sin tener certeza de que la persona se irá mañana o nos traicionará, cuando nos acercamos a una persona porque nos atrae, cuando nos aventuramos a una primera cita después de un divorcio, cuando decimos “te amo” primero, cuando compartimos nuestra identidad con personas que son importantes para nosotrxs, cuando nos hacemos pruebas de Infecciones de Transmisión Sexual, cuando nos atrevemos a amar de nuevo. No tenemos certeza de qué pasará, nos enfrentamos al posible dolor, y aún así, lo hacemos.

La vulnerabilidad se siente como coraje; nunca es cómoda, pero tampoco es una debilidad. Da miedo y es posible ser lastimadxs, pero ¿te imaginas un mundo en el que no amemos, no cuidemos y no conectemos con otrxs? De hecho, considerando que estamos inmersos en sociedades y dinámicas que invitan a la individualidad y a la desconexión de los demás, de nuestros cuerpos y de nuestras emociones, la vulnerabilidad parece ser la herramienta que nos permite vivir la vida de manera diferente.

Reconocerla nos prepara más para la posibilidad de que algo nos duela o no salga como quisiéramos, que pretender que somos invulnerables. La invitación es ser vulnerables porque nos ayuda a conectar con lxs demás, y ver al trabajo con la sexualidad no como algo que no me incumbe, sino como el puente que nos une y reconcilia con nosotrxs, con nuestro cuerpo y nuestra(s) pareja(s), aún a pesar de la incertidumbre y los riesgos sociales y emocionales.

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