¿Te has preguntado cómo se vivía la sexualidad antes? ¿Cómo llegamos a ser quienes somos? Bueno, a continuación te contaré algunos puntos clave de nuestra sexualidad en la historia de la humanidad.

Imagina vivir en una comunidad donde todas las mujeres pertenecen a los hombres, y todos los hombres a las mujeres. Así fue en la prehistoria. A eso se le nombró heterismo, y su particularidad estaba en que sólo se podía saber de quién era un hijo a partir del derecho materno. Es decir, no había certeza de quién era el padre, pero definitivamente sabían quién era la madre. Hubieron diferentes maneras de relacionarse en estas comunidades, pero todas coincidían en que entre varias personas se protegían, cazaban, recolectaban, vivían y reproducían.

Con la agricultura esto cambió porque surgió la necesidad de certeza sobre la propiedad. Es decir, cuál tierra es mía para trabajar, vivir y asentarme, y cuál es la de otro. De igual forma, surgió la necesidad de saber quiénes sí eran mis hijos para cuidar y con quién los había tenido, por lo que se estableció la exclusividad sexual para las mujeres (¿te suena?) para garantizar que su hijo era de ese hombre. Desde entonces ha existido esta organización, que en ciertas épocas se ha rigidizado en mayor o menor medida.

Doy un salto hasta la época victoriana, un ejemplo de esta rigidez. Antes del siglo XIX, la sexualidad no era secreta, los cuerpos y los placeres se vivían con cierta libertad. Sin embargo, a partir de este siglo hablar y ejercer la sexualidad sólo era válido en tanto tuviera la intención de procrear.

La sexualidad es ejercida sólo en la habitación de la pareja (heterosexual claro, porque #reproducción) casada (porque con el matrimonio se consolidan propiedades y los hijos). Se empiezan a nombrar las disfunciones sexuales como reflejo del problema en uno mismo (pero nunca un problema en la rigidez de allá afuera). Y si hay que dejar un espacio para todas las “perversiones”, se le asigna un espacio que al menos sea productivo (y así se crearon, junto con otras cosas, los burdeles).

Con esto podemos entender por qué nuestra sexualidad está encerrada en un matrimonio -con una heterosexualidad y una monogamia impuesta-, y cualquier situación o expresión que no quepa se vive desde el secreto y la culpa.

Eso sí, acercarse a la sexualidad estaba permitido en tanto fuera “a favor del conocimiento” (eso se lo atribuyo a la Ilustración, que valoró el conocimiento y la razón por sobre lo humano y emocional). Por esta razón, hubo muchos médicos, hombres en su mayoría, que en esta misma época empezaron a hacer investigaciones.

Estas hicieron ver, desde entonces, que la homosexualidad no es ni una enfermedad ni un crimen (y hace sentido que se nombrara así porque iba en contra de los principios victorianos), que la masturbación no es perversa ni perjudicial (ambas propuestas de Henry Havelock Ellis, 1859 - 1939), y que “si la mente no puede ser cambiada para adaptarse al cuerpo, entonces hay que cambiar el cuerpo para que se conjugue con la mente”, haciendo evidente la experiencia trans (propuesta de Harry Benjamin 1885 - 1986). Esto sentó las bases para futuras investigaciones, como las de Alfred Kinsey, John Money, William H. Masters y Virginia E. Johnson entre otras personas.

¡Ah! No se puede olvidar que en este mismo siglo surgió la primera ola del feminismo, que –entre muchas cosas– buscaba conseguir el derecho al voto para también acceder a una educación, un trabajo y consecuente independencia financiera.

En este siglo las mujeres se enfocaron en ser reconocidas como personas que forman parte de la sociedad, con derechos propios e independientes de sus maridos. Marie Stopes (1880 – 1958) es, hasta la fecha, una figura importante en el movimiento, ya que en ese entonces puso sobre la mesa el control de la natalidad mediante el acceso a métodos anticonceptivos, dando a las mujeres agencia sobre su cuerpo y su vida.

Muchas cosas han sucedido desde la época victoriana, pero como pudiste haber notado sus efectos siguen presentes. Afortunadamente, a ese secretismo y rigidez se le ha sumado una profesión (la sexología) y muchas personas a lo largo del mundo que buscan reconocer la diversidad sexual sin que sea castigada ni catalogada como enfermedad, además de proteger los derechos de estas diversidades.

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